«Demian» de Herman Hesse: ¿Lado luminoso o lado oscuro? -C.G. Jung 2-

SALIR DEL CASCARÓN

(Este artículo es el segundo de la serie cápsulas de Psicología Junguiana de este blog)

Hace algún tiempo participé en una escenificación improvisada que desató un raudal de emociones inesperadas, cual Caja de Pandora. Un derroche de emociones contrastadas que nos sorprendió a los presentes y trajo a mi mente un libro que me impactó en la adolescencia: «Demian» de Herman Hesse. Al releerlo, he encontrado las respuestas que necesitaba, muy diferentes a las de entonces y me ha impresionado su perspectiva. Nada menos que C. G. Jung dijo sobre este libro:

“El libro causó en mí, lo que la luz de un faro en una noche de tormenta.

 Tiene el mejor final posible y es ahí donde todo lo anticipado tiene un final,

 y dónde todo empieza de nuevo como al principio del libro,

 con el nacimiento y el crecimiento de una nueva persona.»

El relato de Hesse cuenta la vida de Emil Sinclair, un chico con una forma de pensar diferente a la habitual, que se siente confundido sobre el sentido de su vida, al percibir que posee dos lados, el bueno y el malo. El lado bueno es el de su casa y familia, donde todo es agradable y aburrido, bajo la protección de sus padres. El lado oscuro está fuera de ese hogar cómodo, es un mundo incierto y desconocido que le atrae y le hace meterse en líos, por su necesidad de pertenecer a un grupo y sobresalir dentro de él.

Un día conoce a Max Demian, un chico maduro que le ayuda a salir de una situación adversa en la que se ha metido y le invita a reflexionar. Le ofrece una nueva interpretación de la conocida historia de Caín y Abel:

“La mayoría de las cosas que nos enseñan son verdaderas, pero también se pueden interpretar desde otro punto de vista al que nos sugieren los profesores y generalmente se entienden mucho mejor. Por ejemplo, no nos podemos quedar satisfechos con la explicación que se nos da de Caín y la señal que lleva en su frente. ¿No te parece?  Alguien que mata a su hermano en una pelea, puede pasar; que luego sienta miedo y se arrepienta, también puede pasar; pero que su cobardía sea recompensada con una distinción que le proteja e inspire miedo a los demás, resulta muy extraño ../..

Se me ocurre otra posible explicación. El estigma existió en un principio y en él se basa la historia. Se trataba de un hombre con algo en el rostro que daba miedo a los demás. Nadie se atrevía a tocarle porque tanto él como sus hijos impresionaban. Quizá no llevaban una auténtica señal sobre la frente, tipo sello de correos, sino algo apenas perceptible, inquietante, como algún signo de inteligencia o audacia en la mirada ../..

Aquellos hombres tenían poder, inspiraban temor y por lo tanto, llevaban una «señal». La gente temía a los hijos de Caín porque, de alguna manera, interpretaban erróneamente esa «señal», más que como una distinción como todo lo contrario. Por eso, dijeron que los tipos con la «señal» eran siniestros, y ciertamente lo eran. Los hombres con valor y carácter siempre le han resultado siniestros a los demás. Esa audacia resultaba muy incómoda y les pusieron un sobrenombre, inventando una leyenda para justificar el miedo que sentían ../..

En realidad, lo que sucedió fue que alguien más fuerte mató a otro más débil, hermano o no, al fin y al cabo todos los hombres lo somos. Quizá fue un acto heroico, quizá no lo fue. Los más débiles sintieron temor y empezaron a lamentarse. Cuando alguien les preguntaba: «¿Y por qué no le matan?», en lugar de decir que les daba miedo o que era por cobardía, decían: «No se puede. Tiene una señal. ¡Dios le ha marcado!» Y así nació la mentira…”

Sinclair se quedó solo, sorprendido como jamás en su vida, pensando en lo lo que había escuchado: “¡Caín un hombre noble y Abel un cobarde! ¡La señal que llevaba Caín en la frente era una distinción! Era absurdo, blasfemo e infame…

Mucho después en el libro, Sinclair se dará cuenta que la persona que ha pintado en un retrato es la madre de Demian, sin haberla visto nunca antes. «Su encuentro con ella hace que se fundan por primera vez el mundo exterior y el interior en armonía y (…) su saludo representa el retorno al hogar, la reconciliación con esa dualidad.» 

Dice Jung, que a  partir de la introspección y el conocimiento de uno mismo, se crea una conciencia más allá del carácter personal que le conecta con la colectividad, e implica una creciente consciencia del propio lugar en el mundo y del sentido de la existencia. El proceso de llegar a uno mismo, se desarrolla paralelo al de conexión del ser humano con la colectividad.

El último capítulo simboliza la renovación, un nuevo comienzo que se inicia con la muerte y que indica el camino hacia la vida, a un nuevo Mundo. El proceso continúa, sólo se ha alcanzado el fin para volver a empezar. Esta vez, sabiendo Sinclair que debe escuchar dentro de él porque Demian le ha revelado que así advertirá que su presencia ya no está fuera sino dentro de él mismo. El dolor no ha terminado, pero esta vez el camino no es en soledad le acompaña su mismo.

Y en esa evolución constante… Espero que disfrutes de esta escena de Coach Carter que, parafraseando las célebres palabras del histórico discurso de asunción presidencial de Nelson Mandela en 1994, aboga por liberarnos de nuestros miedos y darnos permiso para brillar, por nosotros mismos y porque eso libera a los que nos rodean para hacer lo propio:

Escribo aquí el poema de Marianne Williamson que Nelson Mandela compartió con el mundo:

“Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad la que nos atemoriza. Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso?

En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de ti. Además, esa grandeza de espíritu no se encuentra sólo en algunos de nosotros, sino que está en todos yal permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo.

Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros”.

(próxima cápsula de Jung)

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