La Dualidad

La realidad auténtica surge de la capacidad de sumar más allá de las partes que componen una idea, al trascender los elementos, por importantes que sean individualmente, para liberar la totalidad.

La cosmovisión de las culturas indígenas americanas, y en especial en la andina, se asienta en el principio de la dualidad y por lo tanto, honra por igual a la luz y a la oscuridad, al día y a la noche, al cielo y al inframundo, a lo femenino y a lo masculino. No hay nada único ni aislado en este mundo, sino que éste está concebido como una constante dinámica de opuestos complementarios que mantiene encendida la chispa de la vida y asegura así la supervivencia.

La realidad es una energía animadora que, aunque aparenta ser una lucha entre opuestos, reúne la interacción de los elementos que la configuran. Así, el principio de dualidad la concibe como energía en movimiento, en continuo fluir y al mismo tiempo, la expresión visible de ese principio básico metafísico que define el origen del ser desde los opuestos y no desde la unicidad.

Más allá de sus expresiones concretas, la dualidad puede ser considerada como un concepto metafísico abstracto, y quizá radique ahí la razón de su amplia difusión. Culturas muy distantes a las andinas, como las orientales, simbolizan bajo el ying yang un concepto equivalente, que se fundamenta en el libro del Tao y que puede que sea universalmente más conocido. Es un símbolo compuesto por dos partes entrelazadas, una negra y otra blanca, separadas por una línea sinuosa, que representa el equilibrio dinámico entre los dos elementos y su continua transformación. Los puntos de distinto color en cada una de las partes, simbolizan la presencia del opuesto dentro de cada uno de los dos conceptos individuales. El ying (negro) es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang (blanco) es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración.

Nada es completamente ying, ni completamente yang. Son interdependientes y coexisten, se consumen y regeneran mutuamente. El ying y el yang forman un equilibrio dinámico: cuando uno aumenta, el otro disminuye. El desequilibrio sólo es circunstancial, ya que cuando uno crece en exceso fuerza al otro a concentrarse, lo que a la larga provoca una nueva transformación.

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