La vocación: ¿Nace o se hace?

Durante muchos años estuve convencida de no tener vocación, como si fuera una característica del ADN de la que yo carecía, un don que el creador olvidó asignarme al nacer o un capricho del azar. Esta convicción quizá viniera de la infancia, a consecuencia de las preguntas extrañas que me planteaba entonces, propias de la inocencia, y sobre todo de las conclusiones a las que yo misma llegaba, no siempre contrastadas a causa de mi introversión.

Mis preguntas tenían una lógica extraña y bastante imaginación: ¿quién pintará las líneas de la carretera? A ver si los veo un día… ¿Cómo acabarán los caminos? ¿Será en forma de precipicio? ¿Por qué el huevo al freírlo siempre cae del lado plano? Y observaba a mi madre echarlo en la sartén, intentando captarlo al vuelo… ¿Me acostumbraré a respirar el aire que despiden los coches? Si no fuera bueno, lo prohibirían… Y así crecí, rodeada de preguntas y de más que cuestionables respuestas, algunas resueltas y otras no, que nada tenían que envidiar a la célebre ¿a qué huelen las nubes? de un conocido anuncio publicitario.

Con el tiempo, la lógica fue mejorando, quizá porque tuve la “suerte” de que surgiera mi pasión por las matemáticas, o quizá fuera una “no-suerte”… porque me aferré a ellas durante muchos años, tomando mis decisiones de una forma cada vez más mental. Así elegí la carrera por “descarte”, todavía convencida de mi carencia vocacional, aunque quizá hubiera sido más útil hacerlo por “Descartes”, a través de su método científico o dejando fluir mis inquietudes… Pero ¿cómo se hace eso? El zen o la fluidez eran conceptos muy apartados de lo que había aprendido hasta entonces… 

En realidad, da igual. Elijamos lo que elijamos, no es fácil acertar a la primera, todavía falta mucho por conocer… Por eso ahora, cuando viene algún estudiante despistado a verme, con preguntas sobre su vocación, pidiéndome consejo sobre lo que estudiar o hacer, yo siempre le digo lo mismo: si hay algo que te gusta, vete a por ello, y si no, estudia lo que te haga más ilusión, fórmate y empieza a experimentar opciones pronto. Sal fuera, aprende idiomas y si te equivocas, no dudes en corregir. Lo sabrás enseguida porque no te lo pasarás bien y ése es el mejor indicador. No importa si sigues sin saber lo que quieres pero no te acomodes, vuelve a intentarlo con otra cosa que te ilusione. Como decimos los de ciencias: prueba-error y aproximaciones sucesivas y al final, el talento afloraráCon los adultos, la detección del talento es mucho más fácil porque, aunque no sean conscientes de ello, llevan mucho más camino recorrido y están mucho más cerca de su hallazgo, aunque a veces acumulen muchos más miedos y obligaciones. En ese caso, soy partidaria de hacer el mismo planteamiento pero sin procastinarlo más y teniendo siempre muy presente el Plan B.

Personalmente pienso que la vocación, nace y se hace, un poco de cada. Tenemos aptitudes, gustos y preferencias, que marcan distintos senderos para constituir un talento singular que ofrecer al mundo. Según los senderos que elijamos, lo ofreceremos desde lugares diferentes y ahí estará nuestra aportación única. Esa que puesta al servicio de los demás, nos permitirá contribuir con algo diferente y valioso, que es precisamente aportación diferencial o talento único.

Y tú ¿has descubierto ya tu Vocación? La pregunta que debes hacerte no es ¿Qué quiero? o ¿Cuáles son mis objetivos?, sino ¿Qué me hace ilusión?

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2 Respuestas de "La vocación: ¿Nace o se hace?"

  • Laura dice:
  • María-José dice:
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