Ene
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¿Para 2012? Te deseo satori
Hoy es un día de celebración y agradecimiento para mí, ya que he despedido el año atravesando la frontera de los 100 posts y éste, el primero de 2012, es el número 102, lo que interpreto como el augurio de una perfecta sintonía con el nuevo año.
Animada por los números, y ya que no sé demasiado sobre numerología o Kábala, he recurrido a internet:
- El año es «5»: La ley divina. El karma. Marte, guerra.
(Además de ser mi número y el año en que haré 50, ¡claro!).
- El post es «3»: Producción material y espiritual. El Espíritu Santo.
¡Vaya contraste! Una dualidad numérica que parece hecha a propósito para reconectarme con Kaaizen: Kaa -lo material, la acción y la estrategia- y – Zen -el fluir, la espiritualidad y la proyección-.
Malabarismos aparte, es cierto que 2012 es un año con muchos retos que afrontar con energía, concentración y acción, pero también como conciencia, propósito e inspiración. Aspectos «suaves» y a veces más importantes, tal y como dijo Lao Tsé: “En el mundo no hay nada más sumiso y débil que el agua. Pero atacando aquello que es duro y fuerte, nada puede superarla.” Una frase parece hecha a propósito de los retos que estamos afrontando como seres humanos y sociedad.
En lo laboral, que ya sabéis que es el hilo de mi dedicación, el reto está en abrirse camino en un mercado con escasez de oferta laboral, lo que obliga a presentar iniciativas novedosas que resalten nuestro valor diferencial. En este ámbito, la apuesta más segura es la dedicación al talento propio, que además nos va a garantizar pasión por lo que hacemos, que es la mejor garantía de sostenibilidad-individual. También es tiempo de conciencia y valores, que son los que nos permitirán consolidar esas realizaciones con sostenibilidad-social.
Es momento de crear, innovar e incluso, de ser extravagantes, porque hay que atraer a los clientes que no se tienen. Y además, hay que tener en cuenta de que los grandes éxitos empresariales que aspiran a consolidarse se basan en ideas muy simples, de puro sentido común que ofrecen un servicio a los demás. Por último, es importante tener presente que cuando se inicia un proyecto empresarial, hay que asumirlo con coraje porque el riesgo es inherente y forma parte del lote. Para vencer las dificultades es necesario confiar en uno mismo y centrarnos en nuestra realización sin pensar en los obstáculos. Recuerda lo que también decía Lao Tsé: “Cuando una persona se centra en aquello que está realizando, de repente desaparecen todas las fricciones y resistencias, y lo difícil se vuelve fácil (máxima Zen). Uno se funde con su tarea y el tiempo deja de tener importancia, así como todo lo que nos aleja de lo que estamos haciendo, siempre de la mejor manera posible.”
El líder que sigue la vía del Zen aspira a crear riqueza para él y sus colaboradores, a través de un proyecto que mejore la sociedad en la que vive, ya que no sólo entiende por riqueza la material, ni la propia, sino también el respeto que se gana entre sus trabajadores y el resultado global de su actividad. Tal y como decía Ho-Shan: “Limítate a librarte de lo falso, y llegarás automáticamente a lo verdadero.”
A efectos de avanzar un poco más en la forma de llevar a la práctica todos estos pensamientos, me gustaría introducir aquí el término satori, un término japonés que se suele traducir como iluminación y que se vive como un fogonazo de consciencia que, sin previo aviso, arroja luz sobre una cuestión que hasta el momento había estado en sombras. Se trata de una experiencia intuitiva que nos ofrece una nueva perspectiva sobre la realidad. Cuando accedemos al satori, la percepción de todo lo que nos rodea se transforma radicalmente, el observador se funde con lo observado y el problema se funde con la solución.
De alguna manera, es lo mismo de lo que hablaba Bill Russell (máximo estandarte de los Boston Celtics -equipo de la NBA que consiguió ganar 11 campeonatos en 13 años-) cuando relataba su experiencia deportiva (Ref.: «Second Wind: The Memoirs of an Opinionated Man, 1979″, William F. Russell). El jugador describe esa experiencia diciendo algo así: “En ocasiones el juego trasciende los aspectos físicos e incluso mentales, convirtiéndose en algo mágico”. Una sensación difícil de describir, que decía que le elevaba a otro nivel de juego, tanto a él como al equipo. No se podía activar de forma rápida o mecánica, y tan sólo duraba de cinco a quince minutos. La experimentaban tanto los jugadores propios como los del otro equipo, e incluso los árbitros.
En este estado especial, cualquier tipo de situación extraña podía acontecer y, aunque el partido estuviera de lo más caldeado, Russell no se sentía competitivo, lo que valoraba como un auténtico milagro. Estaba al máximo de su esfuerzo pero sin ninguna sensación de dolor. Cada pase, cada cambio o cada amague llegaban por sorpresa y sin embargo, era como si jugaran a cámara lenta. Durante esos hechizos, casi podría predecir el siguiente pase y cómo se desarrollaría el juego, incluso antes de que el otro equipo llevara el balón al área. Sus premoniciones eran consistentemente acertadas y sentía que conocía en profundidad a todos los miembros de su equipo y a sus adversarios, a la vez que era idénticamente reconocido por todos ellos.
Bill Russell afirma: “En ocasiones, cuando el juego terminaba en ese estado especial, no me importaba si había ganado o perdido. Incluso cuando nosotros éramos los perdedores, me sentía tan elevado y libre como un halcón.” Según su descripción, cuando uno pasa de un desempeño normal a un desempeño máximo, se experimenta una desaceleración del tiempo, una ampliación del espacio, una percepción de tipo panorámica y un colapso de las barreras entre la personas, incluso entre las de equipos opuestos.
Este término es un buen punto de conexión con la 3ª parte de la Teoría-U, que prometí continuar y de la que os hablaré en el próximo post. ¡Feliz semana y felices Reyes!