Jun
12
¿Emoción o estado de ánimo?
Las palabras tienen el poder de conectar con nuestra historia y valores, dice Mario Alonso Puig en una entrevista que le hicieron hace algún tiempo, y por eso son capaces de estimular la emociones y activar nuestros mecanismos cerebrales. También dice el autor: “Genio se nace y a imbécil se llega”, una frase que atribuye al Director del Instituto del cerebro de Milán, asegurando que entre ambas situaciones está el sistema en el que hemos sido educados.
El cerebro responde según ha sido educado y si no estamos satisfechos con su actuación, habrá que reeducarlo. Somos vulnerables, como seres humanos que somos, y es importante reconocerlo para poder avanzar. Nuestras emociones son legítimas y es normal experimentarlas, no obstante, vale la pena no anclarnos en ellas para evitar perpetuarlas y convertirlas en estados de ánimos que conformen nuestra personalidad.
El dolor es real y las emociones asociadas, por ejemplo la tristeza, se basan en acontecimientos que nos han sucedido (hechos), mientras que el sufrimiento tiene que ver con la interpretación de esos hechos (juicios y valores) y por lo tanto es un estado mental y no emocional. El sufrimiento es una elección que podemos evitar y obedece a un estado emocional o lo que es lo mismo, a una emoción por la que nos hemos dejado llevar de manera prolongada. Acumular razones y justificaciones para mantenernos ahí o culpar a otros no ayuda a conseguir buenos resultados para nuestra vida, dice Mario Alonso Puig.
Todos somos causa y efecto de lo que sucede y, aunque hay personas cuyas actuaciones nos han dañado y ojalá las corrijan, nosotros podemos hacer algo por nuestra parte para influir en nuestro entorno y hacer que las cosas cambien. Por eso, vale la pena dar un paso adelante, aunque sea pequeño, porque un movimiento sencillo envía un mensaje poderoso a nuestro cerebro: “Yo puedo”.
Los estados de ánimo viven en el trasfondo desde el cual actuamos y no tienen que ver con los acontecimientos. Estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, estamos en un determinado estado de ánimo que hemos adoptado y no elegimos, ni controlamos de forma cotidiana. Una vez en él, nos comportamos dentro de unos parámetros que condicionan nuestra actuación. Para rediseñarlos, debemos tener presente:
- Lo importante que es observar para poder acceder a nuestro mundo emocional y al de los que nos rodean.
- No somos responsables de nuestro estado de ánimo, pero sí del tiempo que permanecemos anclados en él y eso significa que no es que tengamos un determinado estado de ánimo, sino que es éste el que nos tiene a nosotros.
- Recordar que no son las historias las que producen los estados de ánimos, sino que son los estados de ánimo los que producen las historias y evitar así escudarnos en ellas.
Una vez que somos capaces de identificar un estado de ánimo, vale la pena identificar los juicios que lo sostienen:
- ¿Cómo estoy juzgando al mundo?
- ¿Cómo estoy juzgando a las personas que me rodean?
- ¿Qué juicios tengo acerca de mí mismo?
- ¿Qué juicios tengo sobre el del futuro?
Estas preguntas son clave para identificar el estado de ánimo en que nos encontramos y desde el que actuamos. Sólo entonces, podemos transformarlo.