Agradecimiento, reciprocidad y desapego (LA PACHAMAMA, ©1)

Existe un principio ético general que dice: “trata a los demás como te gustaría ser tratado”. Un concepto que aparece en casi todas las culturas, lo que sugiere que se relaciona con aspectos innatos de la personalidad.

Una regla de oro que podría considerarse como la esencia del concepto vigente de derechos humanos, si asumimos que bajo dicha norma trataremos a todos con consideración y no sólo a los miembros de nuestro grupo. Basándose en ella, Epicuro definió la “ética de la reciprocidad», que realza el no-daño como medio para maximizar la felicidad de todas las personas, un pensamiento que fue recogido e incluso desvirtuado por pensadores posteriores, que lo extendieron a temas materiales como la propiedad, y que cuenta con algunos detractores entre los filósofos, por considerar que podía justificar la coerción y el intervencionismo en vez de las actuaciones desinteresadas. Y es que, ya lo dice el Tao, “Cuantas más reglas y prohibiciones impongas, menos virtuosas serán las personas”, por lo que os propongo dejarlo de lado como concepto, que no en esencia.

En otras latitudes y épocas también existen tradiciones fundamentadas en el principio de reciprocidad, como las de ofrenda a La Pachamama –challa. Se trata de un tributo que se hace a dicha divinidad andina, que representa a la Madre Tierra, aunque no desde el punto de vista físico o geológico, sino desde el de todo su conjunto, ya que no puede localizarse en un lugar específico, sino en lugares diversos como manantiales, vertientes, etc.  En realidad, aunque «Pacha» se traduce como Madre Tierra es un concepto que abarca mucho más y también se refiere al universo y al tiempo. Es un ente inmediato y cotidiano, con la que se dialoga de forma habitual para pedirle sustento o para disculparse por alguna falta cometida contra la tierra o lo que nos provee, y que tiene la facultad de actuar directamente. Una divinidad protectora y proveedora, más que creadora, que cobija a los hombres, posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad.

La filosofía de La Pachamama dice: “El que no sabe agradecer lo que tiene, no merece nada”, así que a cambio de su ayuda y protección, se adquiere la obligación de ofrendarle parte de lo que se recibe, no sólo en los momentos y sitios predeterminados para el ritual sino, en especial, cuando tienen lugar acontecimientos significativos. Se genera así una reciprocidad que algunos perciben con connotación negativa, ya que La Pachamama tiene hambre frecuente y si fuera ofendida o no fuera nutrida con esas ofrendas, podría provocar enfermedades. Sin embargo, yo prefiero identificarla con la gratitud e interpretarla como una invitación a la conciencia individual y colectiva, en coherencia con nuestro entorno. Con la conquista española y la persecución de las religiones nativas, se empezó a invocar a la Pachamama a través de la Virgen María, como producto del sincretismo, y concretamente en Perú, se identifica con la Virgen de la Candelaria.

Otro ser mítico mesoamericano que recoge el concepto de reciprocidad es la Serpiente Emplumada –o Quetzalcoatl-, de naturaleza divina y compleja, que mezcla las cualidades de una criatura del cielo –el quetzal: una ave de hermosas plumas de la selva centroamericana- y otra de la tierra -el cóatl: la serpiente-, uniendo así los dominios terrestre y celeste. La evocación de la serpiente sagrada y sus relaciones con los hombres y los dioses se convirtió en parte de la historia de muchos pueblos, que la personificaron y plasmaron en escultura, arquitectura, pintura mural, cerámica, así como en tradiciones orales. Quetzalcoatl da nueva vida a los hombres al rescatarlos de la muerte oscura y al igual que Prometeo, les regala el fuego y la sabiduría de la vida.

Por último, en Japón, los servicios prestados a otros requieren reciprocidad de bienes o responsabilidades complementarias, que se intercambian por orden de importancia y sin sacrificio personal, ya que ese concepto ocupa un lugar muy diferente en la cultura oriental al que ocupa en la moral de occidente. Los japoneses consideran que un hombre bondadoso no puede considerar lo que hace por los demás como una frustración o sacrificio para él, lo que le aportaría incluso cierta agresividad, si lo hace es porque lo desea así y sabe lo bueno que es dar, no porque le eleve espiritualmente ni con autocompasión.

Un místico cristiano, San Francisco de Asís, tiene una frase que captura muy bien el concepto que aquí se expone y que quizá podría conciliar la forma en que lo comprenden las diferentes culturas: “dando es como se recibe, olvidando es como se encuentra, perdonando es como se es perdonado y muriendo se resucita a la vida que no conoce fin”, y a algo tan importante como «dar», en un contexto mucho más contemporáneo, supo cantar con acierto Fito Páez en «Dar es Dar»:

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