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Los Incas (II): Sacrificios (§R, pág. 171)
-CONTINUACIÓN de los Incas (I): Origen y Territorio (§R, pág. 162 y 168)–
Al regresar a Arequipa desde el Cañón del Colca, noté que mi interés por el mundo andino se había desatado con fuerza. El punto culminante de esa conexión, que ya venía desde el Cuzco y Machu Picchu, tuvo lugar en la visita a la exposición de la Momia Juanita.
Su historia me impactó con fuerza, cuando tropecé con ella a la salida del maravilloso Convento de Santa Catalina. Nunca había oído hablar de esa niña, “La Dama del Ampato” y justo se celebraba el séptimo aniversario de su aparición. A sólo tres días de mi cuarenta aniversario y un 8 de marzo, esa fecha que tanto había celebrado con mi amiga Tanit, a la que en esos momentos eché de menos en la distancia.
El 8 de septiembre de 1995, las columnas de humo emitidas por el volcán Sabancaya, en Arequipa, derritieron la nieve que coronaba el vecino volcán Ampato, de 6.380 metros, dejando al descubierto un santuario inca que había permanecido congelado durante casi cuatro siglos.
Los montañistas Miguel Zárate y Johan Reinhard, pioneros en expediciones en busca de santuarios de altura, encontraron el cuerpo congelado de una muchacha de unos quince años, a la que se bautizó como Juanita, que había sido sacrificada siguiendo las legendarias tradiciones andinas.
Los incas sacrificaban niños esporádicamente, cuando creían que los dioses estaban enfadados y les enviaban algún desastre natural por ese motivo. En el caso concreto de Juanita, conocida también como “La Dama de Ampato”, se cree que su sacrificio tuvo lugar a raíz de una sequía, porque las ofrendas que se encontraron en su tumba están relacionadas con el agua y las Illas –ofrendas con forma humana- eran de plata, lo que simboliza agua.
Los niños sacrificados al volcán, eran educados para ello desde su nacimiento y debían ser puros, inocentes y bellos. Se les elegía cuidadosamente y en su piel no debía existir siquiera un lunar. El sacrificio no era traumático porque representaba que pasaban a una vida mejor.
La Niña debió viajar al Cuzco acompañada por una corte de personas importantes de la región, para los rituales que se hacían a tal efecto. Una vez allí, sería recibida por el Inca en persona que le transmitiría su divinidad, asumiendo la realidad de su muerte a partir de ese momento y el contacto con el Apu Ampato -dios andino que habita en la cumbre del Ampato- al que sería ofrendada en un viaje sin retorno.
Después de grandes rituales, Juanita debió ser adormecida antes de que un certero golpe de macana le provocara la muerte. Antes de morir le dieron chicha -una bebida alcohólica de maíz- y hojas de coca, para aliviar los síntomas del mal de altura y anestesiarla ante su destino.
Juanita pertenecía a la nobleza, lo que se sabe por el manto tipo toca que llevaba en la cabeza, entre otros detalles. Compartió la trágica suerte de los niños de Llullaillaco que también fueron sacrificados a los Apus nevados, como ofrendas para evitar la ira de los dioses, manifestada en catástrofes relativamente cotidianas en aquellos lugares: terremotos, erupciones volcánicas, sequías o diluvios.
Estos tres niños tuvieron una muerte terrible y los científicos creen que pudieron morir de frío cuando caminaban hacia la cumbre de la montaña. Los niños de Llullaillaco fueron exhibidos por primera vez en la provincia de Salta, donde se ubica la montaña y hasta donde se extendían los límites del Collasuyo, una de las cuatro provincias del Tahuantinsuyo.
Me sentí contradictoria ¿me estaría influenciando la dualidad del mundo andino? Por un lado me sentía en crisis y con ganas de volver, de estar con los míos, aunque por otro lado, sentía que no tenía claro dónde instalarme todavía.
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