Ago
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La carretera de Coroico (§P, pág. 159)
El primer día que estuvimos en La Paz, decidimos tomar el autobús hacia Coroico, un lugar del que nos habían hablado mucho y que no queríamos perdernos. Para llegar, había que transitar por la Carretera de los Yungas, considerada como la más peligrosa del mundo, con su vertiginoso precipicio de más de un kilómetro de caída libre en algunos tramos.
Desde lo algo del desnivel, es posible observar los restos de los últimos vehículos que cayeron al vacío, uno por semana durante aquel mes de agosto… ¡Menos mal que no nos enteramos del promedio hasta que llegamos al destino! En la parte más complicada de la célebre ruta, la carretera se reduce a un estrecho carril de tierra para circular en ambos sentidos, semiderrumbado sobre el vacío. Un tramo de reducida visibilidad en la que la prioridad la tiene el que viaja en dirección La Paz, lo que hizo que tuviéramos que dar tres veces marcha atrás en el camino de ida.
Los turistas que viajaban delante de nosotros, sacaban fotos enfebrecidos en cada una de las maniobras de nuestro microbus porque el espectáculo y las fotos estaban garantizadas. Los vehículos que viajaban en dirección contraria, se comportaban con impaciencia, añadiendo presión a la maniobra a toque de claxon. Nosotras, sólo podíamos confiar o rezar, porque el conductor no nos dio opción a bajarnos. Así que, ¡respirando hondo hasta Coroico! ¡Que horror!
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