Ruta 40, Carretera Austral y Panamericana (§H: pág. 88)

Subí por la parte patagónica del continente alternando la Carretera Austral chilena y La Ruta 40 argentina, ambas al borde de lo imposible y con idéntico poder de seducción.

Empecé reanudando el recorrido terrestre hacia el norte por la mítica Ruta 40, justo donde comienza -cerca del Chaltén- para continuar por la Carretera Austral y seguir disfrutando del contraste entre países, tanto en la ruta como en las vivencias, una experiencia que no me decepcionó.

La 40, es la única carretera que discurre próxima a los Andes en aquellas latitudes y es utilizada incluso por los camioneros chilenos cuando no hay conflictos fronterizos, por ser tramo obligado para avanzar hacia el sur por tierra. En su parte patagónica, es una carretera ancha de ripio, de paisaje desértico, escasa vegetación y aridez extrema, que te hace sentir en medio de la inmensidad de la naturaleza e insignificante, como si te desplazaras en dirección a la nada más absoluta, atrapada en una densa capa de polvo que se va entremezclando con tu propio sudor de tal forma, que puedes llegar a convertirte en parte de la ruta.

Un camino ideal para ir en un vehículo alto y con ruedas idem, para que las olas de ripio se asemejen a pequeños montículos y compensar aquél sinsentido, conservando la esperanza de que aparezca algo en el horizonte, sea oasis o espejismo, que te saque del monótono traqueteo o maravillosa inmensidad, según se mire.

La Austral es una carretera muy diferente. Nada más cruzar la frontera, de los Antiguos a Chile Chico, entramos en contacto con ella, una estrecha vía que se abría camino por una naturaleza exuberante: bosques, fiordos, ríos y lagos. Una ruta que en su día facilitó el acceso a zonas inexploradas del territorio chileno, al transitar la parte más inhóspita del país, donde el espacio material para circular es apenas un sendero.

Discurre sorteando desniveles, en la penumbra de su propia frondosidad y bajo la densa cortina acuática que suele acompañarte al recorrerla, dándote la sensación de estar sumergida en ella.

En aquella zona, llueve 300 días al año y esos días no fueron la excepción. Viajábamos como si estuviéramos dentro de un túnel de lavado, desplazándonos con mochila incluida y en constante traqueteo, a veces a pie y a veces a motor. Con los árboles encargándose de frotarnos para asegurar una limpieza perfecta. Con breves paradas para repostar y resolver el último desvarío del camino. A ritmo de curvas, socavones y puentes. Una carretera sólo apta para vehículos pequeños de gran giro, capaces de esquivar inundaciones, baches y derrumbamientos.

Viajar en grupo nos hizo el trayecto más llevadero, porque no era fácil moverse entre tantos obstáculos, cambiando de hospedaje cada día, con toda la ropa mojada y sin ocasión para mucho más que permanecer en la ruta empapados, esperando solucionar los contratiempos.

La Carretera Austral nace en Puerto Montt y continúa hacia el sur por la parte continental, uniendo la décima región chilena con la undécima, denominada Aisén y de la que hasta los telediarios se olvidan en ocasiones. Si las inclemencias meteorológicas con sus consiguientes destrozos se lo permiten, llega hasta Puerto Yungay, aunque no siempre por tierra firme, sino sorteando el sinfín de agua que pretende inundarla con los abundantes transbordadores disponibles.

El país tiene otra región más al sur: la duodécima o Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, de la que yo venía y que no tiene conexión terrestre con el resto del país. A ella pertenecen Puerto Natales y Punta Arenas –esta última nada menos que 2.300 kilómetros al sur de Puerto Montt.

La otra carretera que recorre el territorio chileno es La Panamericana, todo un referente para mí. Tiene 22.000 kilómetros y acompaña a los Andes desde Norteamérica hasta el sur de Chile por la vertiente del Pacífico, atravesando trece países y toda la parte continental de Chile hasta Puerto Montt. Al llegar, cruza en el trasbordador el Canal Chacao para atravesar la Isla Grande de Chiloé hasta el Hito Cero, al sur de la isla, en Punta Lapa, Quellón.

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