Los orígenes de Ushuaia (§F El Presidio: pág. 70)

13 - copiaAunque esta entrada está dedicada al Presidio de Ushuaia, no he podido evitar vincularla a otros entornos mucho más inspiradores que conocí en la ciudad del Fin del Mundo, como por ejemplo, «Valle de Lobos». Un lugar lleno de la energía propia de la mágica ciudad, en la que pronto empiezas a creer en los sueños, el primer paso para conseguir que se realicen. Una convicción que seguramente tiene mucho que ver con mi reinvención posterior.

Gato Curuchet es un personaje muy representativo de esa realidad:

Valle de Lobos – Institucional – Ushuaia -Argentina – from Ignacio Leonardi on Vimeo.

El vínculo de «Valle de Lobos» con el Presidio de Ushuaia no es muy fuerte, la verdad, simplemente que en el Restaurante «Volver» de la costanera, dónde compartimos cena con el dueño del criadero de Huskies, había una foto gigantesca del «Petiso Orejudo» y fue un tema que formó parte de nuestra conversación. Me sorprendió el adorno, al haber conocido su historia en la visita al Presidio.

El presidio Ushuaia está vinculado a los orígenes de la ciudad, allá por 1884, una época gris en la que el lugar fue sinónimo de destierro y los presos fueron su mano de obra principal. Ellos hicieron posible la instalación de la luz eléctrica, el acondicionamiento de los muelles, la apertura de la Ruta 3 y el trazado del Tren del Fin del Mundo.

El presidio se cerró en 1947 y contagia una gélida sensación que invade el ánimo con el imborrable dolor del que han sido testigo sus paredes. La perpetua reclusión de esos penados, algunos muy célebres por sus maldades, fue la razón de existencia de la urbe durante mucho tiempo. Hasta que en los años setenta, los incentivos fiscales atrajeron empresas, nuevos pobladores y turismo.

Actualmente la cárcel es un museo y uno de los pasillos de celdas ha sido acondicionado para las visitas. Los presos más célebres aparecen caricaturizados en pequeñas figuras que decoran esa galería, compensando en parte la carga negativa del lugar. No estuvimos demasiado tiempo visitando el penal, pero sí el suficiente para oír hablar del «Petiso Orejudo», ese abominable asesino múltiple de niños cuyo espectro dicen que vagó amenazante muchos años después de sus horrendos crímenes.


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