El corralito argentino (§D: pág. 58)

En diciembre de 2001, la televisión mundial retransmitía imágenes desalentadoras de Argentina, a raíz del corralito -como denominaron las medidas político-económicas que tomó el gobierno del país en ese momento.

Tras años de paridad con el dólar, el gobierno había convertido las cuentas en dólares a pesos argentinos –pesificación. Una medida que, junto con la devaluación posterior de la moneda y la poca disponibilidad de efectivo ante la imposibilidad de atender a los depósitos, volvió el contexto económico muy crítico.

Sucedieron entonces los cacerolazos, la reacción inmediata a unas decisiones impopulares, que fueron declaradas inconstitucionales un año después. En aquel entonces, tuvo lugar el desfile presidencial, tras días de repique a lo largo y ancho del país, en los que la consigna coreada era: “¡Que se vayan todos!”.

En diciembre de 2001, dimitió Fernando de la Rúa, dos años antes de concluir su mandato, y tras él, en menos de quince días, desfilaron tres presidentes más: Puerta, Rodríguez Saa y Camaño. Por último, Eduardo Duhalde fue elegido en Asamblea Legislativa y permaneció en el poder hasta que el nuevo presidente, Néstor Kischner, fue elegido en las urnas a mediados de 2003.

Para intentar paliar las consecuencias de la falta de liquidez y facilitar operaciones monetarias, se habían creado dos “pseudo-monedas”: los patacones y los lecops. Estos últimos podían ser A o B, dependiendo del período de validez. Muchos cobraban su salario íntegramente en esos “papelitos” y los comercios se reservaban el derecho de aceptarlos o no.

Eran habituales los letreros informativos: “Aceptamos patacones y lecops, o todo lo contrario. Además, circulaban muchos billetes falsos, que llamaban truchos.

Por último, por si todo esto no era suficientemente complejo, estaban los arbolitos[1].    

Entrar en Argentina en esos momentos, te proporcionaba de inmediato una buena dosis de realidad. Cuando por fin conseguías dinero en efectivo y tenías un billete grande para pagar, dado lo caótico de la situación y la falta de líquido, se formaba una cadena de intercambios de moneda para facilitarte el cambio correcto, en la que todos colaboraban. Entonces, era importante estar muy atenta para conseguir sencillo (billete pequeño) libre de patacones, lecops, truchos u otras mercancías sin interés.       

La paridad con el dólar fue una medida económica arriesgada que se tomó en Argentina en 1992 a propuesta de Jorge Cavallo, ministro de economía de Carlos Menem, que era el presidente entonces.

Una situación que acostumbró a los ciudadanos a vivir por encima de sus posibilidades y fomentó la destrucción de la industria, porque no podían ser competitivos, lo que favoreció la desinversión y el incremento de la deuda externa. Era más barato viajar que quedarse en casa, consumir productos extranjeros que nacionales y más conveniente ahorrar en dólares que en pesos argentinos.

Si además podías reexportar ese ahorro en dólares, mejor que mejor, porque la idea subyacente en la mente de todos era que tu ahorro estaba más seguro fuera del país. Ficticia paridad y efímera ilusión a la que sí cabe reconocerle un beneficio: el control de la hiperinflación del período anterior.

La dolarización había sido una huída hacia delante en toda regla, mientras estuvo en vigor. Diez años después, con el corralito de finales de 2001, se deshacía esa medida, con la pesificación, a un coste excesivo para sus ciudadanos y con el país hipotecado por la deuda externa acumulada.

Se inició bruscamente un nuevo período económico, social y político, en que una buena parte de la extensa clase media argentina, pasó a condiciones de pobreza.

Los personajes políticos, sin embargo, seguían siendo los mismos y eso, junto con la falta de planes de futuro en las fechas en que nos encontrábamos -mediados de febrero- no sólo creaba desconfianza sino que hacía que muchos de los presentes, en su desesperación, imaginaran una acción violenta como la única vía de solución, ya que la corrupción de los políticos parecía ser la principal causa histórica de los males del país.


[1] arbolitos: los que especulaban con el cambio en el mercado negro. Los llamaban así porque permanecían “plantados”, es decir, de pie en plena calle, al margen de la climatología, y porque disponían de verdes dólares.

 

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