Yámana y Onas (Selk’nam) (§E: pág. 69, 75 y 77)

Ushuaia es un lugar con una energía especial, muy singular por su combinación de mar, montañas y bosques. Está rodeada por el cordón montañoso Martial y bañada   por el Canal de Beagle, que la enfrenta por el sur a la chilena Isla de Navarino.

Los yámana –antiguos pobladores del sur de la Tierra del Fuego- denominaban aquella bella bahía protegida de los vientos y rodeada de montañas: Ooshooia u Ouchouaya -“bahía que penetra hacia el poniente” o “bahía hacia el fondo”.  

El norte y centro de la Isla Grande era el territorio antiguamente poblado por los selk’nam, también conocidos como onas: nómadas pedestres y cazadores de contextura fuerte que basaban su economía en el guanaco -mamífero rumiante y salvaje que habita en las proximidades de los Andes- tanto para alimentarse como para vestirse, pues se envolvían con sus pieles. El cuero también era útil para la vivienda: un simple paravientos sostenido con palos que después trasportaban doblado a la espalda. Junto a sus casas ardía el fuego permanentemente, lo que dio origen al nombre de la Isla Grande cuando llegaron los colonizadores: Tierra del Fuego.

La cordillera era la frontera natural entre el territorio de los ona y el de los pobladores del sur, los yámana que vivían volcados en el mar y donde estaba la esperada Ushuaia. A 80 kilómetros de Ushuaia, en la orilla norte del Canal de Beagle, se encuentra la Estancia Harberton, una histórica casa que todavía está habitada por los descendientes de Thomas Bridges, su propietario. La llegada al lugar la anuncian los deformados árboles bandera (una foto obligada de los alrederores de Ushuaia), a consecuencia del fuerte viento de la desprotegida zona. 

La Estancia se hizo célebre cuando Lucas, hijo de Thomas Bridges, publicó unas memorias de infancia fascinantes, relatando sus vivencias con yaganes y onas. Su padre fue uno de los pioneros fueguinos -misionero de las islas Falklands- y aprendió a hablar el idioma de los yámana -vocablo que significa “hombres o vivo”. Fue él quien denominó yaganes a estos nómadas acuáticos, porque el centro de su territorio estaba ocupado por el Canal Murray, yagha-shaga en lengua nativa. La palabra ona en cambio, es la designación yámana de los selk’nam y significa “gente o vientos del norte”.

Los yámana eran nómadas que se desplazaban en grupos familiares, de seis a siete miembros, habitando la mayor parte del tiempo en canoas de lenga o guindo. Las mujeres eran las responsables de llevar la canoa con los remos, los hombres cazaban o pescaban y el resto del grupo achicaba el agua, que se filtraba por las uniones de la canoa, o avivaba el fuego que ardía en el centro, sobre piedras, arcilla y tierra.

La mujer era la encargada de amarrar la canoa al volver a tierra y, para ello, tenía que bucear en las aguas heladas. Sólo ellas nadaban y solían hacerlo con una niña a sus espaldas a modo de adiestramiento, y también buceaban en busca de moluscos.

Uno de aquellos días, navegando por el Canal de Beagle, en el trayecto de vuelta desde el faro, desembarcamos en un islote. Un espacio en el núcleo del territorio yámana, cuyo hábitat comprendía los dos márgenes del Canal de Beagle y los canales adyacentes hasta el Cabo de Hornos e islas cercanas.

Disfrutábamos del paisaje a la intemperie, en un entorno totalmente desprotegido del viento, repleto de restos de crustáceos y esqueletos de aves y peces. Con una resistente vegetación y unas algas flotantes gigantescas que para los chilenos -mucho más volcados en los frutos del mar que los argentinos- son comestibles.

La base de la dieta yámana eran las focas o los lobos marinos y para cazarlos, utilizaban lanzas con arpones de huesos aserrados. También consumían pingüinos, ballenas, peces y mariscos. Capturaban aves y solían recolectar hongos, frutos y raíces.

Uno de los pocos recuerdos que adquirí, ya que con la indumentaria de mochilera no me podía permitir demasiadas compras, fue un pergamino con una mapa antiguo de la bahía (la foto de arriba) y dos pequeñas máscaras que estaban hechas con madera de lenga y pinturas naturales -como las originales pero en un tamaño muy reducido.

máscaras de lengaUna de las máscaras era selk’nam y representaba a Matan, la otra era yámana y representaba a Hani Yaka. Matan era el bailarín mágico, un espíritu transmisor de alegría que hace su aparición en la ceremonia del Hain con grandes saltos verticales y brincos laterales. Muy esperado por bajar desde el cielo haciendo acrobacias.

Los selk’nam manifestaban su vida espiritual en esa ceremonia. Uno de los objetivos principales de la misma era la iniciación de los jóvenes varones; el segundo, permitir la formación de nuevas parejas de diferentes territorios o cielos; y el último, aterrorizar a mujeres y niños para reforzar el patriarcado, con la aparición de espíritus representados por hombres ya iniciados.

Hani Yaka por otro lado, era el dador de energía, un espíritu bien intencionado que descendía para ayudar a los hombres durante sus cantos, renovando sus fuerzas y su energía. Los yámana mostraban su espiritualidad en la ceremonia del Kina, que también contaba con un ritual de iniciación que, a diferencia de los selk’nam, incluía a las jóvenes mujeres.

¿Te interesa conocer mi viaje iniciático completo, a través de mi novela testimonial «Pasaporte a la Reinvención”? La tienes a un sólo clic.

Etiquetas: ,

2 Respuestas de "Yámana y Onas (Selk’nam) (§E: pág. 69, 75 y 77)"

  • York dice:
  • María-José dice:
Publicar Comentario